Mucha gente piensa que los artistas nacen así. Que tienen algo especial. Y por lo tanto, los demás no lo tienen. Sin embargo, la ciencia nos dice, que a la hora del nacimiento, nuestros cerebros son prácticamente identicos. Genéticamente casi idénticos.
El cambio vendrá después. Con lo que veas, lo que oigas, lo que hagas.
El oido, la vista, la creatividad, la imaginación, la emoción, el corazón, la inteligencia. Son los requisitos básicos para ser artista. Unos un poco más desarrollados y otros un poco menos, al nacer. Pero todos tremendamente plástico y desarrollables. Es cierto que hay personas que ya nacen sin alguno de ellos. Pero tienen más, ¿verdad?
Teniendo la materia prima, ya sólo falta el desarrollo a través de la práctica. Como todo lo que hacemos en la vida. Nos empeñamos en aprender a escribir durante muchos años de nuestra vida. Al final sale, casi solo. Nos empeñamos en aprender a sumar, a conducir, a leer, los verbos. Durante muchas horas de nuestra vida. Incluso ponemos mucho interés y dedicación en “no fallar”, no cometer errores. No equivocarnos. Aprendemos por empeño durante muchos años a ver lo negativo para evitarlo. Así nos va.
Nuestro cerebro no entiende el “¡no pienses en esto!”. “¡evita este fallo!”. Entiende de lo relevante y lo no relevante para mi. Si yo pienso en evitar darle al aro a tirar a canasta. Estoy mirando al aro, estoy haciendo relevante el aro. ¿Donde mandará mi cerebro la pelota a través de mis manos?
Sabiendo esto, ¿no sería mucho más inteligente decirle a nuestro cerebro lo que “sí” quiero hacer? Mirar al agujero por donde quiero que entre el balón, aumenta la probabilidad de que lo consiga mucho más que si miro al aro para evitarlo.
De esta forma, si quiero estar feliz, estar alegre, vivir con optimismo a lo largo de mi vida. ¿No sería mucho más inteligente, concentrar mi cerebro, mi foco de atención y, por lo tanto mis acciones, en lo positivo, en lo creativo, en lo alegre?
Si yo dedico mi tiempo a aprender a pintar disfrutando de ello; en lugar de a ver cuántos fallos he cometido mientras lo hago. A disfrutar de las primeras notas de mi instrumento, a sentirme feliz con ello. ¿No crecerá más mi autoestima que si pienso en el último pitido molesto que me salió? Si quiero ser mejor amigo de mi mismo, ¿no debería concentrarme más en mis potencialidades y agradecerme lo que si me sale bien, que concentrarme en castigarme por lo que no sale aún tan perfecto?
Dedicar tiempo y esfuerzo a lo artístico provoca que mi creatividad aumente, que mi autoestima aumente, que mis momentos de disfrute aumenten, que mis capacidades para hacer varias cosas a la vez, aumenten. Mi capacidad para resolver problemas, mi capacidad para ver distintas formas de abordar una determinada tarea. Son los dos hemisferios de mi cerebro trabajando juntos. Si además comparto estas habilidades, emociones, perspectivas con otros “artistas” , lo hago en grupo, incrementaré mis habilidades sociales. Mi capacidad para trabajar en sintonía, de forma multidisciplinar y multitarea crecerán.
No os parece que todas estas capacidades son geniales para llevar mi trabajo de forma más eficaz. Para ser mejor lider, para trabajar más agusto, para crecer más en la vida. Para ser mejor persona, más solidario…
¿A qué esperas?. Saca el artista que llevas dentro.