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   De nuevo aquí os dejo mi artículo del semanario “La Comarca”

¿NOS CUESTA DECIDIR?

Esta tarde, una vez más, un anuncio provoca mis ganas de escribir.nos cuesta

     Veo un anuncio de un perrito que pretende decidir por nosotros porque supuestamente "Nos cuesta decidir", según dicen en el anuncio.

          Es cierto que algunas personas que tienen excesivo miedo al error, comentan que les cuesta tomar decisiones y que lo piensan mucho. Pero de hay, a que pretendan que un perro u ordenador, tome decisiones que afectan a nuestra vida por nosotros…, va un mundo.

      Pero, tal como dice el anuncio, realmente a los "humanos nos cuesta decidir"?

        La investigación sobre nuestro cerebro y su capacidad de procesamiento de información y toma de decisiones, no deja duda sobre la altísima capacidad de este para tomar decisiones teniendo en cuenta un montón de parámetros, con muy poco margen de error y en tiempos absolutamente veloces.

         Pero no solo esto, sino que además, en caso de error en su decisión o en la apreciación o valoración de los datos o consecuencias; nuestro cerebro aprende, crece y aumenta la probabilidad de acertar en la siguiente ocasión gracias a estos errores. Así que el error, no sólo que no es malo, sino que nos ayuda a ser cada vez más eficaces.

       Entonces, ¿qué consecuencias tendría si un lindo perrito o algoritmo de ordenador es el que toma las decisiones por nosotros?

            Para empezar, este amigo, ¿tendrá nuestra misma escala de valores? ¿Sabrá que es más importante para nosotrros y nuestra familia? ¿Sabrá que apreciamos más en unas vacaciones?.

          Las emociones que sentimos los humanos, en la mayoría de los casos influyen en nuestra toma de decisiones y luego en la hora de juzgar el acierto o fallo de estas. ¿Los ordenadores tienen emociones?

        ¿Y nuestra intuición? Yo conozco la intuición femenina y la masculina (sí, también tenemos). ¿Habéis oído hablar de la perruna o la cibernética? Creo que no. Jeje.

          Entonces, que capacidades estáis dispuestas o dispuestos a perder o anquilosar o atrofiar, por confiárselas a otros, que además, por muy buenos algoritmos que empleen, nunca seran nosotros.

           Mi sugerencia: confiad e vuestro cerebro. Miles de años de evolución lo han hecho la mejor "máquina"de procesar que jamás ha existido. Ningún ordenador puede procesar datos de tantos receptores, incluir emociones, sentimientos, previsión de consecuencias, previsión de como nos harán sentir esas consecuencias, tener en cuenta nuestras emociones, aprendizajes pasados basados en aciertos y en errores anteriores y darnos una opción acorde con todo eso y con el presente instantáneo que estamos viviendo en el momento de la decisión.

         No dudes en tomar tus propias decisiones crearán tu camino. Tendrá flores, tendrá piedras, pero será el tuyo. Único, personal pero sobre todo auténtico, no habrá otro igual. Ningún otro te hará aprender, crecer y sentirte tan orgulloso o satisfecho, como este. ¡Decide!

 

     Al finalizar estos días de Navidad, en los que siempre hay opiniones encontradas sobre sentimientos; gente a la que no le gustan estas fechas, pues le trae malos recuerdos, gente a la que le parecen sólo fechas comerciales, gente que disfruta de días de descanso y gente para la que la Navidad es la renovación de la bondad del ser humano; todos tenemos razones para sentirnos bien y mal durante estas fechas.OLYMPUS DIGITAL CAMERA

     Quizá igual que en el resto del año, pero con más intensidad. Parece que la diferencia entre unos y otros, no está en las razones que tengamos, sino en el valor que le demos a esas razones. Lo que importen para nosotros esas situaciones o hechos, generalmente del pasado. Los humanos tendemos a creer que lo que vemos lo vemos así, poque es así. Olvidamos que nuestro cerebro lo interpreta todo, lo filtra todo, incluso lo recompone y añade trozos que le parece que faltan para que lo entendamos mejor. Mejor según nuestro pasado, claro.

    Y en esto nos perdemos los humanos, damos importancia o se la quitamos a los hechos que en sí, sólo son lo que son, situaciones pasajeras. Ahora pues, viene mi reflexión y mi pregunta intentando usar la más pura lógica aristotélica basada en ciertas premisas que yo veo:

  • Esta vida e muy corta
  • Sabemos, o deberíamos saber, que nuestro cerebro interpreta, por lo tanto es dudoso.
  • Tenemos dos opciones: ser felices o ser infelices en este poco tiempo que estamos aquí.
  • La importancia de las cosas, sólo depende de lo que cada uno pensemos de ellas y de como las valoremos.

     Ergo: si yo quiero ser feliz, sabiendo que lo que mi cerebro me hace ver, está en consonancia con lo que yo valoro, debo valorar más aquello que me hace feliz, que aquello que no me hace. Convertir en más importantes los detalles que hacen que me sienta mejor, que consiga mis metas, que haga feliz a los que me rodean y por lo tanto a mí también (ya que somos seres sociales) debería ser mi objetivo. Mucho mas que fijarme y dar importancia a aquellos acontecimientos, situaciones o actos de personas, que me hacen sentirme mal. Y así, aprender a relativizar y canalizar mis emociones negativas para que dejen en mi pasado la menor huella posible. Es lo que hacen los guijarros del arroyo cuando se pulen para amoldarse a la corriente, o lo que hacen los árboles al doblarse para dejar pasar el viento y seguir vivos más tiempo. Empecinarnos en lo contrario, sólo hará que nos rompamos, que nos arrastre la corriente o que nos tronchen los vientos de la vida, o, como poco, que nos llene de cicatrices que nos harán cada vez menos flexibles y adaptables.

       Y el ser humano, sigue en el mundo por su gran capacidad de adaptación y aprendizaje, no por mantenerse pétreo desde que nace hasta que se muere.

      Pensemos y cambiemos, es un paso más.

Como decía un proverbio chino

Publicado: octubre 13, 2009 en Felicidad
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Había un proverbio chino que dice: “Si tus problemas tienen solución, no te preocupes. Si tus problemas no tienen solución… para qué preocuparte”.

Con la primera parte es obvio que no todos estaremos de acuerdo, la gente activa tiende a buscar la solución a sus problemas activamente, lo contrario, incluso podría ser considerado de vagos o pasotas. Algo que los chinos no son. Quizá es que no entendamos bien esta primera parte.

Pero hoy quiero centrarme más en la segunda parte. Cuando tu problema no tiene solución… porqué darle más vueltas.

Muchas veces me pregunto que idea, que pensamiento, qué sentimiento pueden hacer que una persona, a la que le comunican que le quedan pocos días de vida decida empeñarse en vivir estos últimos días, como lo que son, sus últimos días. En vez de lo que solemos hacer el resto de personas, primero negarlo, luego enfadarnos por lo injusta que es la vida, y luego, si queda tiempo, deprimirnos.

La solución es fácil: el primero es chino y el segundo occidental… Me temo que no, esta no es la respuesta. Hablo de lo que conozco, que por cuestiones de nacimiento, sólo conozco personas nacidas en occidente, al menos hasta el momento. Y dentro de estas personas, supongo que al igual que en los orientales, estamos de los dos tipos: los que se empeñan en vivir, los que deciden vivir, y los que no, los que se dejan llevar por la negación, el enfado y la depresión.

También he observado que si a las segundas personas, a las deprimidas, se les da el tiempo suficiente, y algunas circunstancias determinadas, tienden a salir de su depresión, resignarse primero y luego volver a tomar las riendas de su limitada vida para hacer algo por lo que merezca la pena levantarse cada mañana. El problema es que no siempre tienen ese tiempo, esas circunstancias, o simplemente deciden ignorarlas.

Por lo que he hablado con las personas que optan por la primera opción, “empeñarse en vivir”, parece que la idea que les ha llevado a esta opción es ver con claridad que sólo tienen dos opciones: aprovechar lo que les queda de vida, o desperdiciarlo empeñándose en negar lo obvio: “todos tenemos los días contados”. Sólo que unos tienen algún tipo de certeza sobre la cercanía de su fin y los demás no.

Vaya, eso lo puede deducir cualquiera, pero eso cómo se hace; cómo me empeño en vivir; cómo consigo no pensar en lo poco que me queda.

Por lo que me cuentan los que han decidido vivir, tiene algo que ver con la decisión primera sobre la inutilidad del pensamiento derrotista y con la práctica que tengamos en disfrutar y valorar las cosas sencillas de la vida. Las realmente importantes a la postre. Una puesta de sol, los ojos expectantes de un niño, el aroma de un ser querido traído por una ligera brisa cuando este se acerca, el dulce sabor del agua pura de un arroyo de montaña…

Yo, que, por suerte supongo, aún no sé cuanto tiempo me queda, pero como me parece una idea bastante sensata que si practicamos y sentimos el valor de las cosas sencillas que nos encontramos en la vida, cada vez seremos capaces de apreciarlas más y daremos menos vueltas a lo que no tiene solución, como decía el proverbio y que esto, algún día, puede hacerme disfrutar más de lo que me quede de vida; decido aprender a saborear la caricia de mi hijo o mi hija, el susurro de mi pareja, la suave brisa con aromas a mar que te indica que ya estas cerca de su salada agua, los olores a jara de mi tierra, la paz que el calor del sol despierta en mi piel tras una noche fría…

¿Tú que decides?