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Artículo.

     Recientemente, uno de mis pacientes llega a consulta para dejar de fumar diciendo “oye, que sepas que yo no quiero sufrir”. Yo le pregunto ¿eso es posible?. Él contesta: “es que tengo miedo al sufrimiento”.

   ¿Qué os parece?. ¿No os da la impresión, como a mi, que vivimos en una sociedad donde constantemente nos venden que debemos tener miedo al sufrimiento?, ¿que debemos tener alergia a sufrir? ¡Pierda kilos sin esfuerzo…, domine un idioma sin estudiar…!, Sólo falta que digan: cobre sin trabajar…o coma sin masticar. jejeje.

      Los humanos tenemos un mecanismo de recompensa en nuestro cerebro que se activa justo cuando damos por finalizada una tarea con su correspondiente trabajo, esfuerzo o sufrimiento. Como cada uno lo quiera llamar. Y, además, parece que el refuerzo químico está directamente relacionado con el esfuerzo. A mayor uno, mayor otro.

              Es decir, si renuncias al esfuerzo, parece que renuncias a tu propia recompensa. A lo mejor por ello buscamos tantas recompensas en cosas externas. En tener, en comprar, en comer compulsivamente, en fumar…

          El esfuerzo y su satisfacción interior tras la terminación de éste, aumentan nuestra autoestima, nuestro autoconcepto, nuestra autoeficacia, etc. Un montón de “autos” que te llevarán en volandas a sentirte cada vez mejor contigo mismo, a sentirte cada vez más realizado, más feliz con lo que haces y lo que tienes. (Claro, a lo mejor ahí está el fallo para esta sociedad del “altoconsumo”. El más autosuficiente, más satisfecho consigo mismo, necesita muy poco de fuera, consume muy poco. Y eso fastidia el mercado, claro)dibujos-coches-carreras.gif

         Así, te propongo esta semana que te reconcilies con tu capacidad para el esfuerzo y la recompensa, para el aprendizaje a través del camino. Vuelve a subir montañas para así poder experimentar la sensación de logro.

           Después de un arduo trabajo, de constancia, de horas de ensayo, el músico llega casi al éxtasis cuando tras tocar o cantar el último tema, junto a su grupo es recompensado por el aplauso del público, pero sobre todo por su satisfacción personal por el trabajo bien terminado. No todos somos músicos, pero si todo el o la que haya trabajado y se haya esforzado por conseguir una meta, más o menos pequeña, más o menos intermedia para conseguir otras mayores, puede sentir que ha experimentado este placer por lo bien hecho, por lo terminado.

       Vuelve a disfrutar de ti mismo y de tu esfuerzo. No es tu enemigo, es lo que te da valor como persona ante tu propio espejo.

             Comentando un día con un amigo los planes que teníamos para la jubilación, yo comenté que entre otros, una de mis ilusiones para esos tiempos, era aprender a tocar el saxofón. Mi amigo, que no conocía mi faceta musical, puso una cara de extrañeza, y cuando yo me disponía a preguntarle que si no sabía que era músico de afición, cambió de pronto su cara poniendo un gesto que me dio a pensar que de la sorpresa pasó a la duda.clip_image002

           Cuando le iba a preguntar por ese cambio de cara tan gracioso, el me increpó: ¿tú sabes si cuando te jubiles podrás mover los dedos como para tocar el saxo?. A pesar de mi sonrisa inicial por lo incierto de la edad de jubilación cuando nos toque, en poco tiempo pasé a pensar que llevaba razón. ¿Mis dedos estarían ágiles como para moverse por las teclas de un saxo? ¿Y mi mente como para aprender?

         Hoy, hablando con una amiga, de un amigo, casi hermano, que ya no está, y con el que nos encantaba improvisar excursiones, salidas a castillos, comer juntos, en definitiva, disfrutar de la vida; comentábamos también, que hacer planes para el futuro sobre lo que queremos hacer, porque es importante para nosotros, es estar un poco locos. Aplazar lo importante es arriesgarse a no vivirlo. Es convertirlo en menos importante que lo que hacemos hoy.

             Nos dejamos llevar demasiado por el trabajo diario, las labores que poco a poco van llenando nuestro tiempo y no nos dejan más que vivir con prisas. En la sociedad actual, donde más herramientas tenemos para hacernos la vida más cómoda, es cuando más ajetreados, más incómodos por la ansiedad y más desasosegados vamos a todos sitios. ¡Nos llega a molestar el “lag” en los aparatos electrónicos!

           Queremos ir tan rápido a todos sitios, que todo sea tan inmediato, que nos olvidamos de que vivir es disfrutar del momento. Es hacer eterno el momento presente. Y para eso hay que frenar. No se trata de pararse permanentemente. ¿Pero no nos merecemos unos minutines al día para nosotros? ¿Y para los nuestros? ¿Para que queremos las puestas de sol? ¿Sólo para hacernos un selfie, subirlo a la red y seguir corriendo sin sentir siquiera el calor del sol?

            A veces la vida, con su abrupta manera de enseñarnos, no dice que frenemos, que hay que vivir. Para eso está la vida, para vivirla hoy. El refrán español “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, no sólo se refiere al trabajo, también a comer con tu familia y charlar, a salir con los amigos a disfrutar de un paseo por el campo, a escuchar música u oler las flores, ¡que para eso están, leñe!

                Yo, por mi parte, hoy llevo un año aprendiendo a tocar el saxofón. Y tú, ¿Qué no quieres arriesgarte a no hacer mañana?

 

Hace algunos años, cuando mis cuatro hermanos y yo viajábamos a Córdoba por una carretera llena de curvas en cada uno de sus centímetros, mi madre al llegar siempre decía que le encantaría viajar con una máquina que la trasladase de un sitio a otro sólo con darle a un botón. Se mareaba nada más pensar en viajar.

image      Hoy estamos cada día más cerca de conseguirlo, al menos a través de la realidad virtual. Hoy podemos ponernos unas gafas y simular que vamos andando por la Quinta Avenida de New York. Y realmente da la impresión de que estás allí. Pero claro tus ojos te engañan, parece que paseas por allí, que ves las tiendas, que ves a la gente, a los policías sobre sus caballos, pero todos están sin cara. Puedes ver los puestos de perritos calientes, pero no saborear el perrito. Lo virtual no deja de ser virtual.

         Aunque con lo que sabemos hoy de cómo funciona el cerebro, también sabemos que la realidad que vemos es un poco también virtual. Así, nuestro cerebro, en función de lo que ha aprendido y lo que piensa que para nosotros es más necesario e importante, nos va mostrando un trozo de la realidad que nos rodea. Algo parecido a lo que el famoso buscador web hace cuando tiene nuestros datos. Nos muestra lo que el piensa que queremos.

          Con el tiempo hemos llegado a creernos que la realidad total es sólo lo que vemos, que todas las cosas se pueden conseguir de forma rápida con un movimiento de dedos. Estamos tan acostumbrados a esto en el móvil, que soñamos con que todo, incluso aprender a esquiar, se pueda hacer en un minuto con un par de clicks. Y muchas personas tienen serios problemas de frustración e impaciencia cuando notan que no todo es así. Tienden a abandonar sus nuevos cometidos si en un par de días no consiguen el cambio deseado.

          Una paciente que lleva muchos años fumando se mostraba impaciente porque “¡a estas alturas!”, porque recaen, etc. Todo aprendizaje lleva su tiempo. Llevas 30 años aprendiendo a vivir fumando. Cuanto te das para aprender a vivir sin fumar. O a hacer cambios en tu dieta, aprender a conducir, etc.

        Y como esto todo nuevo habito que queramos aprender. Sobre todo si lo queremos hacer reflejo, es decir, que se vayan los dedos o mis dedos mentales, solos. Eso necesita mucha práctica con la misma ejecución.

      ¿Os acordáis del famoso Señor Miyagi?. “…dar sela, pulir sela”. Necesitamos mucho tiempo de esfuerzo repetido para conseguir nuestros objetivos. O aún crees que lo de dejar de fumar sin esfuerzo, o perder peso sin dejar de comer lo que te gusta, o viajar con botón, como decía mi madre; se puede conseguir?

          Pero lo conseguido con esfuerzo y constancia, además de traerte éxito en tu tarea, te traerá un importante crecimiento, alegría, satisfacción personal y aumento de autoestima. El botón sólo trae insatisfacción y constante “quiero más”.

    ¿Qué prefieres sentir?

radio cordoba

Con motivo del pasado día “de los Santos”, en Radio Córdoba, como coordinador del Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Desastres de la provincia; tuvieron a bien compartir unos minutos de Radio con quien os escribe y con la compañera Vanesa Yamuza.

Claro, el tema era el duelo y el objetivo era hablar un poco sobre su naturaleza y como llevarlo a cabo.

Aunque al final os dejo la dirección de Facebook donde podréis escucharnos, como esto es un blog, os contaré en resumen algo de lo tratado.

El duelo es un proceso natural que hacemos los humanos cuando perdemos algo o alguien que nos importa. Sí, he dicho bien “natural”, “algo” o “alguien”.

Es natural porque nuestro cerebro se encarga de adaptarse a la situación de cambio, aceptarla, aprender de ella, darle un sentido y generar recursos para seguir hacia delante a partir de lo aprendido y sin aquello que perdimos. Y digo aquello, porque el duelo viene cuando perdemos algo que nos importa. No tiene por que ser solo una persona, también una mascota, un instrumento o herramienta, etc.

Claro, según sea su importancia, lo repentino de la pérdida, lo poco esperado, o lo reciente, y también, la persona que lo viva y los recursos de afrontamiento que posea; el duelo será distinto en tiempo, necesidades, expresión, etc. En esto último, también influirá la cultura en la que se encuentre la persona que pierde.

No por dar más muestras de dolor se siente más o menos. El dolor es algo muy personal que no se debe juzgar, ni tampoco evitar. Como hablamos en anteriores escritos, el dolor es una emoción más y taparla u ocultarla no acaba con ella. Aunque no se exprese, el que la siente, la siente.

Claro, ahora queda pues, comentar que hacemos con él, con el dolor de la pérdida. Pues, como siempre, unas “tiritas psicológicas” que os dejo aquí. Para vosotros mismos o para aquellos amigos o familiares que necesiten de vuestra compañía y primeros auxilios psicológicos:

– El objetivo es acompañar, no juzgar o reprimir.

– Si necesitas o necesita llorar, busca un sitio íntimo y una persona en la que reclinar tu cabeza o abrazarte. Y llora…

– Aceptar la muerte o la pérdida, no es tarea fácil, pero confía en que tienes las herramientas para ello, busca sentido a la vida de quien ya no está. No a su muerte. Lo que hizo durante su vida, lo que te dio, lo que te enseñó, lo que queda en ti de él o de ella, será lo que dé sentido a su vida, tu mejor homenaje a su vida.

– El acto de la despedida es necesario para aceptarlo. Para ponerlo en su lugar. Pero es privado tuyo. Lo harás como tú decidas. También los niños y niñas deben despedirse. No pienses que por pequeños, no se dan cuenta. Lo sienten todo. Sienten lo que los demás ocultan. Así que, busca la mejor forma para que ellos también se despidan. Por supuesto según edad. No en todas las edades se entiende la muerte de la misma forma.

– Y por último, no olvides cuidar también tu cuerpo y tus relaciones. Dormir, comer, temperatura, compartir el dolor, el cariño, la amistad. Nunca más que en estos momentos necesitas cuidar también lo físico y lo social. Recuerda que todo va unido.

Y por supuesto, recuerda que esto sólo son “tiritas psicológicas”, si la herida es mayor, o no cura como se esperaba, o tienes dudas sobre como hacerlo o como ayudar; para eso están los profesionales de la psicología. Consulta. Uno de mis maestros decía: “Mas vale un porsiacaso, que un yopensé”

Os dejo el enlace con el sonido:  http://www.radiocordoba.es/facebook/PSICO_HXH(2015-11-02).mp3 

Por cierto. Si queréis comentar algo o preguntarme.

Os dejo también mi post en la misma red:   https://www.facebook.com/rafael.munoz.144181/posts/10206569116165504?notif_t=like

Hasta la semana que viene.

niñez y resiliencia

          A casi todos, la niñez nos parece una época sin problemas, sin responsabilidades notables. Especialmente si la vemos desde la vida adulta. Pero la tierna edad por sí sola no ofrece ninguna protección contra los daños emocionales y los traumas que pueden enfrentar niños y niñas. A esto, unimos la escasa o nula educación en salud mental que abordamos en esta sociedad.

        Sí, amigos y amigas, empezando por mí, y observando el común de padres y madres, a través de mi experiencia en escuelas para ellos y ellas; puedo afirmar con escaso margen de error, que en el 90% de las casas, enseñamos a nuestros infantes e infantas a lavarse los dientes cada noche y a echarse algún antiséptico en las heridas pequeñas de la piel; pero no en las del alma, ni a lavarse de emociones negativas antes de ir a dormir.

       Les pedimos a los niños y niñas que enfrenten problemas, como adaptarse a una nueva clase, ser intimidados por sus compañeros, cambios de crecimiento en su cuerpo, perdida de objetos, o mascotas valiosos para ellos y ellas…

      ¿Pero les enseñamos como hacerlo? Si tal vez, ni siquiera nosotros sabemos como lavarnos los dientes mentales de las emociones antes de ir a dormir. ¿Hay alguna casa donde alguno de los adultos no haya padecido problemas de insomnio? Tampoco a nosotros nos enseñaron las herramientas que tenemos los humanos para esto. Y mucho menos enseñarnos a usarlas, claro.

      Hablamos de la resiliencia y de la gestión emocional. La primera, la resiliencia, se describe como la aptitud para aprender y desarrollarse pese a estos desafíos. O más bien dicho, gracias a estos desafíos.

¡La buena noticia es que la resiliencia es una capacidad que puede aprenderse!

         Desarrollar resiliencia, la capacidad para afrontar con éxito la adversidad, el trauma, la tragedia, las amenazas o incluso fuentes importantes de estrés, puede ayudar a manejar el estrés y los sentimientos de ansiedad e incertidumbre. Sin embargo, que los niños sean resilientes no significa que no experimentarán dificultades o angustia. El dolor emocional y la tristeza son comunes cuando tenemos un trauma de importancia o una pérdida personal, o incluso cuando nos enteramos de la pérdida o trauma de otra persona.
      Así, si me permitís dejar la gestión emocional para otra semana, hoy os dejaré cinco formas prácticas para desarrollar la resiliencia en niños y adolescentes:

Enseña a tu hijo cómo hacer amigos, inclusive la capacidad de sentir empatía, o de sentir el dolor del otro. Anímalo a ser amigo para poder tener amigos. Desarrolla sus habilidades sociales, es decir, aquellas habilidades como la cooperación, la empatía, el diálogo, el gusto por trabajar en equipo, etc. Relacionarse con las personas brinda apoyo social y fortalece la resiliencia.

Ayuda a tu hijo o hija haciendo que ayude a otros. Ayudar a otros puede permitir a niños y niñas superar la sensación de que no pueden hacer nada. Anímalos a realizar trabajos voluntarios apropiados para su edad, o pídale ayuda con alguna tarea que él pueda realizar. Se creativo…

Mantén una rutina diaria. Respetar una rutina puede ser reconfortante para los niños, en especial para los más pequeños que anhelan estructuras en su vida. Anima a tu hijo a desarrollar sus propias rutinas, en las que también incluya el descanso y el juego. Son tan necesarios como el trabajo. Los mayores, en esta sociedad, tendemos a dejar el descanso para el final, si queda tiempo. Así nos va… El descanso y el juego debe formar parte de nuestra rutina. No para hacerlo rutinario, sino para que nuestra rutina, incluya también tiempo de juego y descanso. Y en el tiempo de descanso o juego:

Enseña a tu hijo cómo concentrarse en algo distinto a lo que le preocupa. Dese cuenta de las cosas a las que su hijo e hija están expuestos y que puedan ser inquietantes para él o ella; sean noticias, Internet o conversaciones que oyen por casualidad y asegúrese de que su hijo tome un descanso de esas cosas si le causan inquietud. Si bien las escuelas son responsables del rendimiento en exámenes estandarizados, destine un tiempo no estructurado durante el día escolar para que los niños desarrollen su creatividad.

Enseña a su hijo a cuidar de sí mismo. Pero no lo olvides: ¡la mejor forma de enseñar, y la más efectiva para que el otro aprenda es: con un buen ejemplo! Así que dé un buen ejemplo y enséñele a su hijo la importancia de darse tiempo para comer como es debido, hacer ejercicios y descansar. Asegúrate de que tu hijo tenga tiempo para divertirse y de que no tenga programado cada minuto de su vida sin ningún momento para relajarse. Cuidarse e incluso divertirse ayudará a su hijo a mantener el equilibrio y enfrentar mejor los momentos estresantes.

Metas razonables que se construyen paso a paso. Enseña a tu hijo o hija a fijarse metas razonables (es decir: alcanzables por etapas) y luego a avanzar dando un solo paso cada vez para lograrlas. Avanzar hacia esa meta, incluso con un paso muy pequeño, y recibir elogios por hacerlo, hará que su hijo se concentre en su logro en lugar de fijarse en lo que no logró y puede ayudarle a desarrollar resiliencia para salir adelante ante los desafíos.

           Alimenta una autoestima positiva recordando cómo pudo lidiar satisfactoriamente con dificultades en el pasado y luego ayúdelo a entender que esos desafíos pasados lo ayudan a desarrollar la fortaleza para manejar desafíos futuros.

De nuevo te dejo mi articulo del semanario “La Comarca”

¿Cómo lo llevas? ¿Te subiste a tu balcón?

Hoy te dejo un primera sesión práctica, para que la hagas al menos una o dos veces al día. Sólo dura 5 o 10 minutos. Es mejor empezar por lo fácil. Luego, con la práctica, si lo ves eficaz en tu vida; aumentarás el tiempo.IMG_20150727_103945

Comenzamos:

Busca un lugar sencillo pero cómodo. Pon un temporizador con cuenta atrás para que te avise al finalizar el tiempo que quieras estar en tu balcón. Así no estarás pendiente de la hora. Siéntate en una silla cómoda para empezar. Sin posturas difíciles. Sólo cómodo y sin cruzar las piernas o brazos para evitar que se duerman.

Da al cronómetro y cierra los ojos o mira un punto fijo en el suelo. Ahora, simplemente intenta sentir tu respiración. Sólo sentir. No controlar, no modular, no juzgar, no nada… Sólo sentirla amablemente. Disfruta de ella, nota en tu nariz el aire fresco que entra. Bueno, o caliente en estas fechas. O, si te es más fácil, coloca una de tus manos sobre tu vientre y siente cómo se mueve. Sólo como se mueve. No juzgues si es rápido o lento, grande o chico, es el tuyo y está bien.

Puede que en estos momentos pase algún pensamiento por tu cabeza que te interrumpa. Esto no es bueno, ni malo, no lo estás haciendo mal. Simplemente pasa. Es lo normal en un cerebro vivo. Pero recuerda: ¡estás en tu balcón!. Observa como si vuelves a tu respiración, se marcha calle arriba o calle abajo. Donde él quiera. (Como decía mi abuela, si se mete contigo niño, sólo dile “con Dios”, y déjalo ir) Vuelve a tu respiración. A ese punto donde la notabas y vuelve a mantener en ella tu atención. Tú mandas. Tú decides dónde miras.

Cuando suene tu reloj. Habrás terminado. Abres tus ojos. Te felicitas por lo conseguido y disfrutas de la relajación que tendrás, como consecuencia de haberte permitido unos minutos para tí.

No te preocupes de si el primer día te has distraído mucho o poco. Está bien. Siempre estará bien. Siempre será eficaz para que con la práctica consigas hacer esto durante todo tu día. Aunque estés trabajando o viendo una película. Tu cerebro habrá recuperado su capacidad, que tiene de nacimiento, de colocar la atención en donde tú decidas que es lo más relevante en cada momento. Nada ni nadie debe decidirlo por tí.

Otros días podrás practicar metiendo tus dedos en un cuenco con agua o con arena. como cuando estamos en la playa. Y ver que sientes. Primero los dedos quietos y luego moviendo uno por uno y todos a la vez.

Otro día puedes poner una pasa en tu boca y jugar con ella. Adivinar con tu lengua su textura, su olor, sabor, forma…

Has visto que no te he dicho que pongas música. Si quieres hazlo. Pero sólo será alguien o algo más que pasa por tu calle y que tú, desde tu balcón, decidirás si te concentras en ella o no.

Espero que lo disfrutes y practiques. Luego me cuentas.

Por cierto: es de eficacia demostrada científicamente para regular emociones, conductas, pensamientos, miedos. Aumentará tu capacidad para tomar decisiones con alta probabilidad de acierto. ¡Y no tiene efectos secundarios!

Mucha gente piensa que los artistas nacen así. Que tienen algo especial. Y por lo tanto, los demás no lo tienen. Sin embargo, la ciencia nos dice, que a la hora del nacimiento, nuestros cerebros son prácticamente identicos. Genéticamente casi idénticos.

El cambio vendrá después. Con lo que veas, lo que oigas, lo que hagas.

El oido, la vista, la creatividad, la imaginación, la emoción, el corazón, la inteligencia. Son los requisitos básicos para ser artista. Unos un poco más desarrollados y otros un poco menos, al nacer. Pero todos tremendamente plástico y desarrollables. Es cierto que hay personas que ya nacen sin alguno de ellos. Pero tienen más, ¿verdad?

Teniendo la materia prima, ya sólo falta el desarrollo a través de la práctica. Como todo lo que hacemos en la vida. Nos empeñamos en aprender a escribir durante muchos años de nuestra vida. Al final sale, casi solo. Nos empeñamos en aprender a sumar, a conducir, a leer, los verbos. Durante muchas horas de nuestra vida. Incluso ponemos mucho interés y dedicación en “no fallar”, no cometer errores. No equivocarnos. Aprendemos por empeño durante muchos años a ver lo negativo para evitarlo. Así nos va.

Nuestro cerebro no entiende el “¡no pienses en esto!”. “¡evita este fallo!”. Entiende de lo relevante y lo no relevante para mi. Si yo pienso en evitar darle al aro a tirar a canasta. Estoy mirando al aro, estoy haciendo relevante el aro. ¿Donde mandará mi cerebro la pelota a través de mis manos?

Sabiendo esto, ¿no sería mucho más inteligente decirle a nuestro cerebro lo que “sí” quiero hacer? Mirar al agujero por donde quiero que entre el balón, aumenta la probabilidad de que lo consiga mucho más que si miro al aro para evitarlo.

De esta forma, si quiero estar feliz, estar alegre, vivir con optimismo a lo largo de mi vida. ¿No sería mucho más inteligente, concentrar mi cerebro, mi foco de atención y, por lo tanto mis acciones, en lo positivo, en lo creativo, en lo alegre?

Si yo dedico mi tiempo a aprender a pintar disfrutando de ello; en lugar de a ver cuántos fallos he cometido mientras lo hago. A disfrutar de las primeras notas de mi instrumento, a sentirme feliz con ello. ¿No crecerá más mi autoestima que si pienso en el último pitido molesto que me salió? Si quiero ser mejor amigo de mi mismo, ¿no debería concentrarme más en mis potencialidades y agradecerme lo que si me sale bien, que concentrarme en castigarme por lo que no sale aún tan perfecto?

Dedicar tiempo y esfuerzo a lo artístico provoca que mi creatividad aumente, que mi autoestima aumente, que mis momentos de disfrute aumenten, que mis capacidades para hacer varias cosas a la vez, aumenten. Mi capacidad para resolver problemas, mi capacidad para ver distintas formas de abordar una determinada tarea. Son los dos hemisferios de mi cerebro trabajando juntos. Si además comparto estas habilidades, emociones, perspectivas con otros “artistas” , lo hago en grupo, incrementaré mis habilidades sociales. Mi capacidad para trabajar en sintonía, de forma multidisciplinar y multitarea crecerán.

No os parece que todas estas capacidades son geniales para llevar mi trabajo de forma más eficaz. Para ser mejor lider, para trabajar más agusto, para crecer más en la vida. Para ser mejor persona, más solidario…

¿A qué esperas?. Saca el artista que llevas dentro.

Vivimos encima de una bola de agua, minerales y fuego, que gira a 29.8 km/s. Es decir, que si yo te digo “me llamo rafael muñoz dueñas” y tardo 2 segundos en ello; cuando termino de decirlo, tú y yo estamos articulo6rmd a 60 kilómetros de donde empecé a decírtelo. ¿Te das cuennnn?.

¿Y te has preguntado alguna vez porqué no lo notas?¿Te das cuenta que cuando nos empecinamos en “mantener nuestra posición” durante una conversación; o “nuestra postura” ante algo en la vida; no es más que una idea poco real?

Y puestos a preguntar: ¿te has preguntado porqué el único animal que sobrevive en todos los hábitats de este planeta es el ser humano?. Incluido incluso fuera de este planeta.

Todo esto, y mucho más, tiene que ver con nuestra capacidad de adaptación, aprendizaje y modificación. Es decir lo que se conoce como “resiliencia”. Bonita palabra, que explicada es aún más bella: es la capacidad innata en el ser humano para crecer gracias a las dificultades. Es decir, al adaptarnos a una nueva situación, aprender de ella, modificar nuestro pensamiento, o conducta o hábitos, ¡CRECEMOS!.

Y lo mejor de todo es que esta capacidad es innata en nosotros, en nosotras. Sólo que, a veces, algunas personas, se empeñan en frenar su capacidad. En negar que viajan a casi 30km/s, que todo lo que está encima y dentro de este planeta cambia constantemente. Nosotros cambiamos constantemente, nos guste o no. Y se empeñan en defender ideas que llevan siglos con nosotros y que no han tenido revisión ninguna. En su vida diaria se empeñan en hacer las cosas de la misma forma que siempre. ¿Te suena?: “toa la vida de dios se ha hecho así” (Permitidme poner este dios, tan particular en minúscula). Si, en este mundo en constante cambio llevas más de cinco años haciendo algo, siempre de la misma forma; le estás diciendo a tu cerebro: “ Olvida lo que estás aprendiendo, olvida lo que tú si ves distinto, no crees nuevas conexiones neuronales, deja de aprender”.

Claro, como él no puede dejar de aprender, por más que queramos, aprende a demostrar con un montón de argumentos basados más en nuestra creencia que en la realidad que él ve; que nuestras ideas no están equivocadas. Pero claro, los psicólogos sabemos que esto chirría, que por muy especializado que esté en ver donde no hay, en negar lo inevitable, sigue viendo también lo que hay, sigue sintiendo lo que está en el presente.

No sabéis cuánta ansiedad, cuanto mal humor, cuantas discusiones sin sentido, porque no llevan a ningún sitio…

Todo esta parrafada, y aún no te he dicho lo prometido en el título: “Cómo mejorar mi capacidad de adaptación”. ¿Recuerdas haber visto los ojos de un niño cuando abre un regalo?; ¿cuando aprende a dar sus primeros pasos y corretea por la casa buscando, experimentando?. ¿Lo recuerdas?, ¿lo sientes?. Ahora sólo, úsalo. Cada situación nueva, cada día nuevo, cada situación que se repite, son oportunidades de aprender, modificar y adaptar. ¡Estas creciendo!. No es malo cambiar. No es arriesgado cambiar. Es nuestra forma de crecer como animales y como personas.

Y además chico, chica, ES IMPOSIBLE NO CAMBIAR. Incluso, no hacer nada, nos cambia. Así que vuelve a esos ojos de buscador, de descubridor y crece. Crezcamos.

Un cordial saludo.

IMG_20150518_094838   Os dejo mi artículo de esta semana en el Semanario la Comarca. Espero que lo disfrutéis y comencéis el viaje que os propongo.

Nuestra salud psicológica.

      Hoy día está muy en el candelero la promoción de la salud física. Más que nunca la gente sale a andar o correr casi a diario. Vamos al gimnasio o a nadar dos o tres veces a la semana. Comenzamos a mejorar y equilibrar nuestra alimentación. Cuidamos nuestros dientes, vamos dejando de fumar, etc.

Esto es genial. Está demostrado que siguiendo de esta forma incrementamos nuestra probabilidad de supervivencia y de que esta sea además más satisfactoria hasta en un 50%.

        Pero parece que nuestra salud psicológica no tiene la misma categoría. Al menos dos veces al día cepillamos nuestros dientes durante al menos dos minutos, andamos al menos media hora cada día, nos alimentamos y dedicamos a su preparación varias horas cada día. Si tenemos una herida en nuestra piel, rápidamente la desinfectamos e intentamos tapar con algún método aséptico.

         Sin embargo, cuando sufrimos algún revés en nuestro día, nos enfadamos con alguien, nos sentimos bajos de ánimo, se meten con nosotros de alguna manera y nos sentimos heridos… ¿Buscamos un antiséptico?, ¿nos curamos la herida para que no se infecte y crezca?. En general la respuesta es NO, ¿Verdad?

          También está demostrado que si dedicásemos unos minutos en nuestro día a nuestra salud psicológica, también incrementamos nuestra probabilidad de supervivencia y por supuesto que esta sea mucho más satisfactoria. Incluso prevenimos un montón de enfermedades entre las que se encuentran las cardiovaculares, estomacales, digestivas, colon irritable, etc. Y se mejoran otras muchas que tienden a cronificarse si sólo usamos la medicación como único remedio.

        Así que os propongo un reto para este mes. Al igual que dedicamos cada día al menos 5 minutos al cuidado de nuestros dientes, dediquemos además, otros 5 al cuidado de nuestro salud psicológica.

Feliz es sólo el hombre bien templado, que de hoy se hace dueño indiscutido, que al mañana increparle puede osado: "extrema tu rigor, que hoy he vivido"

         Estas palabras fueron escritas treinta años antes de que naciera Cristo por el poeta romano Horacio. Y en ellas me baso para proponeros mi reto:

         Cada mañana antes de salir para el trabajo, o cada noche antes de ir a dormir, dedica cinco minutos a meditar. Siéntate en un sillón o silla de tu casa. Pon un cronómetro regresivo (tienes uno en tu móvil) en 5 minutos para no estar pendiente de esto. Pon tus brazos sobre tus piernas. Sólo déjalos caer. Concéntrate en tu respiración; en algún punto de tu cuerpo donde te sea fácil sentirla. No la alteres, no intentes hacerla más lenta, no la juzgues. Sólo deja que entre y salga, limítate a sentirlo.

      Con tus pensamientos no hagas nada. No los sigas, ni los impidas. Si alguno te interrumpe, salúdalo. Se amable con él y déjalo pasar, vuelve a concentrarte en tu respiración. Vuelve al presente en ese momento.

Repite esto durante este mes todos los días. Te impresionará el efecto que va a producir en tu día a día.

Mi artículo de la semana pasada en “Crónica de los Pedroches”

   Demostrado está que cuando nuestro cerebro se encuentra ocupado en resolver la ansiedad, secuestra el resto de capacidades que tienen que ver con memoria, creatividad, pensamiento racional, etc. IMG_20150511_102458
    Por esto, ahora que se acercan los exámenes, pero aún tenemos margen de maniobra, os quiero dejar algunas ideas para la práctica. Claro, porque si sólo se quedan en ideas y no en práctica, ¡no funcionan!
     En primer lugar, con la ansiedad debemos ser proactivos y no reactivos. Es decir, prepararnos para las situaciones, como los exámenes, que a priori, suelen ser para nosotros fuentes de estrés.
    No esperar a tenerlas encima y ahora pensar en cómo las resuelvo, estando secuestradas mis capacidades de resolución, por la ansiedad. Esto es ser reactivos.

    Sabiendo esto; manos a la obra:

        Dos pilares sobre los que apoyar nuestro éxito: uno practicar algo de meditación de forma diaria. Con ello además de la relajación, conseguiremos acostumbrarnos a dejar pasar pensamientos que no nos ayudan a conseguir nuestras metas. Del tipo "no puedo", "no soy capaz", "tengo tiempo". No se trata de "no pensar", no se puede. Se trata de dejar pasar, no concentrarme más que en lo que me interesa.

      El segundo pilar, que viene de lo anterior, es concentrarme en el éxito. Ver que lo consigo, notar que lo consigo, programar mi cerebro para buscar aquello que me facilita conseguirlo.

      Una vez hecho lo anterior, dedicaré mi tiempo de trabajo a realizar tareas que aumentan la probabilidad de tener éxito. La pregunta no es ¿estudiar de esta determinada forma es bueno o malo?, sino ¿estudiar de esta forma aumenta la probabilidad de que lo consiga? ¿lo ha hecho con otros? ¿Lo ha hecho conmigo otras veces?… Si la respuesta es sí; ¡al turrón!. Si es no; a otra cosa mariposa. ¿Sencillo verdad?

      Pero no lo olvidéis, he dicho el "tiempo de trabajo". Sí. Sólo el de trabajo. Si nos olvidamos del descanso, de comer bien, de divertirnos e ilusionarnos por lo que queremos conseguir. Estaremos aumentando las probabilidades de que nuestro cerebro se instale en la ansiedad, en el cansancio crónico, en la desilusión y en los pensamientos de incapacidad. ¿Y hemos quedado en que esto no es eficaz para conseguir lo que deseamos, verdad?

   Eah pues, al tajo. Que si nos quedamos en la teoría y no realizamos las tareas, no conseguiremos lo deseado. Es como saber el mapa para ir a un sitio, pero no dar los pasos. Se llega si se camina un paso detrás de otro.