Posts etiquetados ‘psicología’

Artículo.

     Recientemente, uno de mis pacientes llega a consulta para dejar de fumar diciendo “oye, que sepas que yo no quiero sufrir”. Yo le pregunto ¿eso es posible?. Él contesta: “es que tengo miedo al sufrimiento”.

   ¿Qué os parece?. ¿No os da la impresión, como a mi, que vivimos en una sociedad donde constantemente nos venden que debemos tener miedo al sufrimiento?, ¿que debemos tener alergia a sufrir? ¡Pierda kilos sin esfuerzo…, domine un idioma sin estudiar…!, Sólo falta que digan: cobre sin trabajar…o coma sin masticar. jejeje.

      Los humanos tenemos un mecanismo de recompensa en nuestro cerebro que se activa justo cuando damos por finalizada una tarea con su correspondiente trabajo, esfuerzo o sufrimiento. Como cada uno lo quiera llamar. Y, además, parece que el refuerzo químico está directamente relacionado con el esfuerzo. A mayor uno, mayor otro.

              Es decir, si renuncias al esfuerzo, parece que renuncias a tu propia recompensa. A lo mejor por ello buscamos tantas recompensas en cosas externas. En tener, en comprar, en comer compulsivamente, en fumar…

          El esfuerzo y su satisfacción interior tras la terminación de éste, aumentan nuestra autoestima, nuestro autoconcepto, nuestra autoeficacia, etc. Un montón de “autos” que te llevarán en volandas a sentirte cada vez mejor contigo mismo, a sentirte cada vez más realizado, más feliz con lo que haces y lo que tienes. (Claro, a lo mejor ahí está el fallo para esta sociedad del “altoconsumo”. El más autosuficiente, más satisfecho consigo mismo, necesita muy poco de fuera, consume muy poco. Y eso fastidia el mercado, claro)dibujos-coches-carreras.gif

         Así, te propongo esta semana que te reconcilies con tu capacidad para el esfuerzo y la recompensa, para el aprendizaje a través del camino. Vuelve a subir montañas para así poder experimentar la sensación de logro.

           Después de un arduo trabajo, de constancia, de horas de ensayo, el músico llega casi al éxtasis cuando tras tocar o cantar el último tema, junto a su grupo es recompensado por el aplauso del público, pero sobre todo por su satisfacción personal por el trabajo bien terminado. No todos somos músicos, pero si todo el o la que haya trabajado y se haya esforzado por conseguir una meta, más o menos pequeña, más o menos intermedia para conseguir otras mayores, puede sentir que ha experimentado este placer por lo bien hecho, por lo terminado.

       Vuelve a disfrutar de ti mismo y de tu esfuerzo. No es tu enemigo, es lo que te da valor como persona ante tu propio espejo.

             Comentando un día con un amigo los planes que teníamos para la jubilación, yo comenté que entre otros, una de mis ilusiones para esos tiempos, era aprender a tocar el saxofón. Mi amigo, que no conocía mi faceta musical, puso una cara de extrañeza, y cuando yo me disponía a preguntarle que si no sabía que era músico de afición, cambió de pronto su cara poniendo un gesto que me dio a pensar que de la sorpresa pasó a la duda.clip_image002

           Cuando le iba a preguntar por ese cambio de cara tan gracioso, el me increpó: ¿tú sabes si cuando te jubiles podrás mover los dedos como para tocar el saxo?. A pesar de mi sonrisa inicial por lo incierto de la edad de jubilación cuando nos toque, en poco tiempo pasé a pensar que llevaba razón. ¿Mis dedos estarían ágiles como para moverse por las teclas de un saxo? ¿Y mi mente como para aprender?

         Hoy, hablando con una amiga, de un amigo, casi hermano, que ya no está, y con el que nos encantaba improvisar excursiones, salidas a castillos, comer juntos, en definitiva, disfrutar de la vida; comentábamos también, que hacer planes para el futuro sobre lo que queremos hacer, porque es importante para nosotros, es estar un poco locos. Aplazar lo importante es arriesgarse a no vivirlo. Es convertirlo en menos importante que lo que hacemos hoy.

             Nos dejamos llevar demasiado por el trabajo diario, las labores que poco a poco van llenando nuestro tiempo y no nos dejan más que vivir con prisas. En la sociedad actual, donde más herramientas tenemos para hacernos la vida más cómoda, es cuando más ajetreados, más incómodos por la ansiedad y más desasosegados vamos a todos sitios. ¡Nos llega a molestar el “lag” en los aparatos electrónicos!

           Queremos ir tan rápido a todos sitios, que todo sea tan inmediato, que nos olvidamos de que vivir es disfrutar del momento. Es hacer eterno el momento presente. Y para eso hay que frenar. No se trata de pararse permanentemente. ¿Pero no nos merecemos unos minutines al día para nosotros? ¿Y para los nuestros? ¿Para que queremos las puestas de sol? ¿Sólo para hacernos un selfie, subirlo a la red y seguir corriendo sin sentir siquiera el calor del sol?

            A veces la vida, con su abrupta manera de enseñarnos, no dice que frenemos, que hay que vivir. Para eso está la vida, para vivirla hoy. El refrán español “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, no sólo se refiere al trabajo, también a comer con tu familia y charlar, a salir con los amigos a disfrutar de un paseo por el campo, a escuchar música u oler las flores, ¡que para eso están, leñe!

                Yo, por mi parte, hoy llevo un año aprendiendo a tocar el saxofón. Y tú, ¿Qué no quieres arriesgarte a no hacer mañana?

           En estos días pasados, dentro de las actividades de un experto en psicología de emergencias que estuve realizando; tuve la suerte de leer el libro “Saber que se puede, 20 años después”. Un interesantísimo libro de Irene Villa. Psicóloga y periodista en la actualidad, pero que, como nos describe en el libro, fue víctima de la barbarie de ETA. Esa banda de asesinos que perdieron el norte de sus vidas buscando ser los dueños del norte de España.

Sin duda fueron y son objeto de muchos odios en muchos lugares de nuestra Schnuffelienchen - Küss mich, halt mich, lieb michgeografía, y seguro que incluso fuera. Odios que, aunque de otra forma, casi todos vemos que surgen en nuestra vida por unas u otras causas. Por unas u otras personas que nos rodean y que hacen algo que no creemos justo, que no nos merecemos, que no entendemos por qué lo hicieron, o lo hacen.

Pero, esta semana, no quiero hablaros del odio, sino del perdón. Porque Irene, la autora de este libro dedica un capítulo de su libro al perdón. Explica muy bien que el perdón no consiste en aceptar y entender al causante y su causa, sino que es más necesario por la afectada misma. Ella debe pasar y quiere, página del rencor, del odio, del deseo de venganza. Todo esto supone un gran gasto de energías para la afectada.

Mantener el odio vivo necesita más leña que el fuego del amor a uno mismo. Y lo peor es que sólo tenemos leña para alimentar un fuego, por lo que debemos decidir cuál alimentar: nuestro amor propio o el odio ajeno. Cerrar el capítulo del odio y la venganza supone una liberación para vivir nuestra propia vida, no la del otro.

A algunas personas les cuesta más perdonar. Aceptar que alguien con premeditación quisiera hacer daño. No han recibido ayuda para ello. No han truncado tanto su vida, como pasó a Irene, como para verse en la obligación de decidir entre echar leña a un fuego u otro. Piensan que pueden seguir echándolo a los dos. Pero esto las consume. Esto las hace que hasta que no den ese paso del perdón, no puedan ver la plenitud de sus vidas. El fuego del odio, quema más al que odia.

Y, como dice la autora, y mi experiencia como psicólogo sanitario o de emergencias me hace ver “… no creo que el tiempo sea el que todo lo cure. Es la mente la que se encarga de hacerlo. Por mucho tiempo que pase, si tu mente no da un giro, no se soluciona nada”.

¿Qué decides tú? ¿Te apuntas a los que deciden vivir su vida libres sin la carga de la persona o la situación odiada?

Hazlo, libérate.

 

Hace algunos años, cuando mis cuatro hermanos y yo viajábamos a Córdoba por una carretera llena de curvas en cada uno de sus centímetros, mi madre al llegar siempre decía que le encantaría viajar con una máquina que la trasladase de un sitio a otro sólo con darle a un botón. Se mareaba nada más pensar en viajar.

image      Hoy estamos cada día más cerca de conseguirlo, al menos a través de la realidad virtual. Hoy podemos ponernos unas gafas y simular que vamos andando por la Quinta Avenida de New York. Y realmente da la impresión de que estás allí. Pero claro tus ojos te engañan, parece que paseas por allí, que ves las tiendas, que ves a la gente, a los policías sobre sus caballos, pero todos están sin cara. Puedes ver los puestos de perritos calientes, pero no saborear el perrito. Lo virtual no deja de ser virtual.

         Aunque con lo que sabemos hoy de cómo funciona el cerebro, también sabemos que la realidad que vemos es un poco también virtual. Así, nuestro cerebro, en función de lo que ha aprendido y lo que piensa que para nosotros es más necesario e importante, nos va mostrando un trozo de la realidad que nos rodea. Algo parecido a lo que el famoso buscador web hace cuando tiene nuestros datos. Nos muestra lo que el piensa que queremos.

          Con el tiempo hemos llegado a creernos que la realidad total es sólo lo que vemos, que todas las cosas se pueden conseguir de forma rápida con un movimiento de dedos. Estamos tan acostumbrados a esto en el móvil, que soñamos con que todo, incluso aprender a esquiar, se pueda hacer en un minuto con un par de clicks. Y muchas personas tienen serios problemas de frustración e impaciencia cuando notan que no todo es así. Tienden a abandonar sus nuevos cometidos si en un par de días no consiguen el cambio deseado.

          Una paciente que lleva muchos años fumando se mostraba impaciente porque “¡a estas alturas!”, porque recaen, etc. Todo aprendizaje lleva su tiempo. Llevas 30 años aprendiendo a vivir fumando. Cuanto te das para aprender a vivir sin fumar. O a hacer cambios en tu dieta, aprender a conducir, etc.

        Y como esto todo nuevo habito que queramos aprender. Sobre todo si lo queremos hacer reflejo, es decir, que se vayan los dedos o mis dedos mentales, solos. Eso necesita mucha práctica con la misma ejecución.

      ¿Os acordáis del famoso Señor Miyagi?. “…dar sela, pulir sela”. Necesitamos mucho tiempo de esfuerzo repetido para conseguir nuestros objetivos. O aún crees que lo de dejar de fumar sin esfuerzo, o perder peso sin dejar de comer lo que te gusta, o viajar con botón, como decía mi madre; se puede conseguir?

          Pero lo conseguido con esfuerzo y constancia, además de traerte éxito en tu tarea, te traerá un importante crecimiento, alegría, satisfacción personal y aumento de autoestima. El botón sólo trae insatisfacción y constante “quiero más”.

    ¿Qué prefieres sentir?

              Estamos a principios de este año, y como siempre solemos proponernos conseguir algunas cosas a lo largo del nuevo año, hoy te voy a proponer un reto:055

NO EVITES TUS ERRORES, APRENDE DE ELLOS.

          El genio de la creatividad Salvador Dalí, decía en una de sus famosas frases: “Los errores tienen casi siempre un carácter sagrado. Nunca intentéis corregirlos. Al contrario: lo que procede es racionalizarlos, compenetrarse con aquellos integralmente. Después, os será posible sublimizarlos”.

            No sé cuanto sabía este hombre sobre psicología, o sobre comportamiento humano, animal, o sobre como funciona nuestro cerebro, pero está claro que, a su forma, dio en el clavo. Nuestro cerebro funciona aprendiendo a través del ensayo error- entre otros mecanismos. Pero este es el más usado a lo largo de nuestra vida. Por lo tanto, vivir obsesionado con evitar los errores, nos lleva a la posibilidad de no aprender casi nada.

            Por otro lado, si lo que me preocupa es no fallar, le estoy diciendo a mi cerebro que lo importante es ese fallo, por lo que sus acciones irán encaminadas al fallo.

          Lo explico con un ejemplo: mi entrenador de baloncesto, cuando yo era aún más joven, nos decía siempre “no tiréis a canasta intentando no dar en el aro, imaginad un punto en el centro de la canasta e intentad poner ahí el balón”. Tampoco sabía de psicología, no había estudiado esta carrera, pero sí, por experiencia, sabía que si uno intenta evitar dar en el aro, sus manos lanzan el balón precisamente allí.

        Si uno no quiere oir un ruido, este se te mete en la cabeza. Si uno no quiere ver coches negros, hoy salen todos a la calle. Es decir, nuestro cerebro funciona con lo importante. El “no” que ponemos delante no es relevante para él. El truco pues, cuando no queremos ver u oír o sentir algo, es hacer otra cosa relevante, importante, vital. Poco a poco nuestro cerebro se encargará de hacer esto último más notorio y minimizar el resto. Nosotros decidimos donde ponemos nuestra atención. Claro, si no tomamos esta decisión y la dejamos al ambiente, corremos el riesgo de que vayamos donde nos digan otros…

         Así, respecto a nuestros errores, la mejor forma de no cometerlos, es usarlos para aprender de ellos, no para evitarlos. Al igual que nuestro dolor, que no es algo malo, sino un aviso de que tenemos que prestar atención a una parte de nuestro cuerpo para cambiar algo; nuestros errores son un aviso de que debemos ejecutar algo de una forma distinta, más eficaz. Así, si intentamos no cometerlos, no verlos, caeremos en el error de que todo lo que hacemos, lo hacemos “bien”, o nos obsesionaremos con no cometerlos, por lo que aprenderemos muy poco.

¿Te apuntas al reto?

         Con motivo de que esta pasada semana se celebró el día de la diabetes. Os quiero dejar algunas ideas para que, en el caso de la diabetes infantil, seamos lo más eficaces posibles a la hora de llevar esta enfermedad o característica lo mejor posible.
           Para empezar digo característica, porque cuando uno nace con una enfermedad, o se manifiesta en los primeros años de vida, y esta es crónica (mientras no inventemos o descubramos cura), más bien se convierte en una característica de esa persona.
            Por lo tanto, si es una característica de mi hija o hijo, o mía; al igual que otras facetas de mi cuerpo, mente, etc., a lo largo de mis primeros años, será mucho más eficaz que vuelque mis esfuerzos en verlo como algo mío y aprenda como funciona y como hacer que mi vida esté lo más normalizada posible.
             De nada me servirán las lamentaciones, los intentos de ocultarlo, pensar en lo justo o injusto de la situación. Es mucho más eficaz a corto y largo plazo pensar en el “¿cómo?” que en el “¿porqué?”. Hazlo tú o enséñalo a quien tengas a tu cargo.
                  Todos sabemos que si seguimos una serie de hábitos saludables, será menos probable que se nos complique la vida en un tiempo más o menos corto. Pero además aumentará la probabilidad de que estemos a gusto con nuestro cuerpo, mente, emociones, relaciones sociales, etc.
              Los hábitos saludables son una de las más poderosas llaves de una vida plena y con abundancia de momentos felices. Si yo, o mi niño o niña tenemos diabetes desde la infancia, no somos en absoluto distintos en este tema. Así que como decía mi amigo Súper Ratón “No olviden vitaminarse y mineralizarse”. Es decir, buena alimentación, actividad física regular, disfrutar de nuestras emociones, buena gestión de nuestras actividades y descansar profundamente.
             ¿Qué como se duerme profundamente? El genial Martínez Soria, decía que para dormir bien, “nada mejor que poner una pata en Francia, otra en Alemania, los ojos cerrados y la conciencia tranquila”.
¿Cómo dejo la conciencia tranquila? Fácil, incorpora a tus hábitos de salud una libreta y un lápiz. Antes de dormir, anota en una página todo aquello que ahora, justo antes de dormir, ya no puedes hacer nada por ello y le anotas una fecha para su realización. Y en otra hoja. Esto es lo más importante. Todo lo que si has terminado o completado hoy.
              Cuando nuestro cerebro ve que hemos terminado una tarea y la tachamos, automáticamente manda una ración de endorfinas a nuestro torrente sanguíneo, lo que hará que nos relajemos y nos sintamos mejor. Ya sabéis que las endorfinas son esas sustancias que tiene nuestro cuerpo para reforzar aquello que hacemos de forma satisfactoria y eficaz, ¿verdad?
                Por último, como estamos hablando de niños y niñas, los nativos digitales como se les llama.image
Os quiero dejar para vuestro análisis y si os parece uso, una aplicación para móviles que me parece muy interesante. Se trata de una aplicación de cuentos infantiles interactivos donde, entre otras enfermedades, discapacidades o necesidades distintas, hay uno dedicado a la diabetes infantil. Estaría muy bien que la vieses junto con tus hijas e hijos y establezcáis un diálogo sobre cada uno de ellos.
                Se llama: "Bruno y Pumballoo"
Un hábito muy sano y provechoso que podéis adquirir para un rato de relación familiar en casa. O en el campo, claro. Es lo que tienen las nuevas tecnologías.
¡Nos vemos la próxima semana!

Mi artículo en “La Comarca” 

    La semana pasada se celebró el día mundial de la salud mental. Ríos de tinta, imágenes, videos, etc., pudimos encontrar en redes, diarios, televisiones, etc. Unos hablando sobre el estigma de estas personas en nuestra sociedad; los políticos comentando lo mucho que hacen por las personas con enfermedad mental grave, etc.  Todos llenos de palabras bellas en este día y de propósitos para los venideros.
Salud mental. Su día.   Semanario La Comarca

       Incluso yo, sí, yo mismo, estuve en uno de esos programas de radio. Como psicólogo, junto a un compañero trabajador social y el periodista que nos entrevistaba. ¿No os falta alguien en la ecuación? ¿Una persona con enfermedad mental grave?, ¿o leve?
      ¿Por qué no vino? Hablamos de no estigmatizar, pero a ver quién es el guapo, o guapa, que va a un programa de radio en su pueblo a decir que tiene una enfermedad mental grave. Claro, esto forma parte de la intimidad, y de la protección de datos de salud. ¿Y una enfermedad mental leve? Si, con esas que convivimos unos y otras casi cada día. Cómo ir a la radio a decirlo, si casi no nos lo reconocemos ni a nosotros mismos.
          Claro, decir que tienes una rotura fibrilar puede ser hasta interesante, para tener un momento de máxima atención de tus amigos, pareja, etc. Duele, pero durante unos momentos recibiré cariñitos…
           La cosa cambia si digo que tengo depresión, esquizofrenia, trastornos de conducta, ánimo deprimido… Claro aquí los que nos rodean nos ofrecen como mucho una frase prefabricada de “consuelo” y hasta mañana, si nos vemos.
            El lema de la OMS para este día mundial de este año es: “Ponte en mi lugar, conecta conmigo”. Como dicen en Sevilla: “Ofú, no pides tu ná”. Para conectar contigo necesito ponerme en tu lugar. Y no en “tu lugar” con “mis ojos”. Sino como decía el genial Chaplin: “calzarme tus zapatos y andar varias millas con ellos”. Uff. Prefiero silenciarlo. ¡Buenos días, hasta mañana!

         Silenciado no me implico, no veo la necesidad de entender como ves tú el mundo y aceptar que mi visión no es la única. Silenciado no tengo que exigir a los que nos gobiernan que la salud mental, también es salud, también es un derecho y también hay que invertir en ella. No solo los grandes cirujanos que llenan los periódicos salvan vidas. No sólo ellos hacen que merezca la pena que te salven la vida.
            Una mirada, un abrazo, unos oídos que escuchan con empatía, con ganas de calzarse tus zapatos y caminar acompañándote. Unas palabras motivadoras para que vuelvas a luchar por tu vida, por tus sueños, por tu día a día. También esto salva vidas. Hace que merezca la pena vivirla con ilusión; con compañía.
            Cierto es que casi siempre la salida está en nosotros mismos, pero en ocasiones necesitamos ese recurso, profesional, familiar o amigo, que nos ayude a mirar a ese lugar donde está la puerta cuya luz no veíamos.
            ¿Una apuesta? ¿Quién adivina cuando será innecesario dejar de tener un día de la salud mental? ¿Cuándo dejará de ser una salud de segunda?

Inteligencia emocional o habilidad emocional   Semanario La Comarca

RAFAEL MUDU
(Psicólogo Sanitario ASNC)
       Largo y tendido se habla últimamente de la inteligencia emocional. De quién la tiene y quién no. Sin embargo, el otro día hablando con una compañera de trabajo, llegamos al acuerdo de que era más interesante hablar de habilidades emocionales que de inteligencia emocional.
        Hablar de habilidades, nos trae la imagen de ciertas formas de hacer las cosas que se pueden aprender. Por el contrario, hablar de inteligencia, nos da imagen de algo que se tiene o no, que se nace o no con ello.
        Así que, ella y yo, preferimos quedarnos con la idea de habilidades emocionales y ponernos en marcha con la práctica de estas habilidades. ¿Te apuntas? Para comenzar con nuestro aprendizaje, te propongo que empecemos a practicar, cada día estas tres nuevas habilidades:
        Habilidad 1: ¿emociones o pensamientos?
              No son lo mismo, no. ¿Ah, ya lo sabías? Pero las distingues en tu día a día. Ejem: “Tras una dura semana de trabajo ¡estoy harto, no puedo más!. ¿Esto es una emoción, no?. ¡Pues no, esto es un pensamiento!
Las emociones son sensaciones y respuestas fisiológicas de nuestro organismo que se acompañan de forma inmediata con una interpretación mental, es decir una idea. Pero, también funcionan al revés. Ciertas ideas o pensamientos, pueden provocar respuestas fisiológicas, que a su vez volveremos a reinterpretar con un pensamiento. ¿Parece complejo? ¿Entonces qué es lo que tenemos que aprender?
Lo que tenemos que aprender es simple de entender, pero, como todas las habilidades, necesita de tiempo invertido en practicar: Queremos aprender a darnos cuenta de la diferencia entre mis sensaciones y respuestas físicas y los pensamientos que he tenido justo antes de ellas y justo después.
Cuando lo tengas, sin prisas y sin pausas. Pasa a la siguiente habilidad. Recuerda que es más eficaz aprender una cosa cada vez.
       Habilidad 2: no eres tus emociones.
            Ya que te has dado cuenta de que tus emociones son esas experiencias fisiológicas combinadas con pensamientos automáticos como reacción a una situación presente en este momento o traída al presente aunque no lo esté, podemos continuar con lo siguiente.
          ¿Alguna vez te ha pasado eso de ir por la calle, recordar algo gracioso y de repente sonreír solo? Seguramente sí. Pero también pasa con algo triste o nostálgico o ansiogeno, ¿verdad?. Está claro que lo que estas sintiendo en ese momento, tus reacciones fisiológicas de ese momento son reales. Pero los pensamientos anteriores a ellas (algunas veces ni siquiera te has dado cuenta de ellos) y las interpretaciones de esas respuestas fisiológicas que haces inmediatamente, pueden no ser del todo exactas. O incluso erróneas. Nuestro cerebro nos da interpretaciones de estas respuestas que sean coherentes con el momento en que vivimos en el presente. Pero no siempre están relacionadas con lo que las originó.
          Por lo tanto, esta segunda habilidad, será poner en juicio estas emociones, ver que aunque están en mí, puedo estar o no de acuerdo con ellas. Y por lo tanto, puedo o no ignorarlas; puedo darles más o menos puntuación en intensidad e importancia; puedo poner otras en su lugar (por ejemplo haciendo por recordar algo divertido. Ya hemos dicho que funciona en las dos direcciones); o ver que en este momento no son eficaces para lo que hago y dejarlas correr.
    Habilidad 3: pensar con claridad.
           Las reacciones emocionales negativas, que son las que nos suelen dar la lata; nos indican la presencia de una amenaza. Una vez reconocida la emoción, pregúntate: ¿Cuál es el peligro? ¿Se trata de una amenaza real o imaginada? La mayoría de nosotros hemos tenido reacciones emocionales fuertes ante situaciones que más tarde entendimos no eran reales o no eran tan importantes o tan peligrosas.
          Puede ser que la amenaza incluso no sea presente, sino pasada o futura. ¿Pero nada del pasado, o del futuro puede matarme ahora, no? ¿Estoy seguro de que lo que veo como amenaza futura, tendrá lugar sin duda ninguna? ¿O sólo hay cierta probabilidad de que ocurra y otra tanta de que no?
         La mente no distingue por sí sola entre lo real y lo imaginado (por eso podemos pensar en una playa del Caribe y relajarnos). Por lo tanto tenemos que entrenarnos para pensar y responder adecuadamente al presente.

En esta guía, os dejo unas pautas breves para afrontar los momentos iniciales y los días siguientes a un accidente de tráfico masivo (autobús, tren, etc). Está pensada tanto para las victimas como para aquellos profesionales de los distintos cuerpos de atención (policía, bomberos, sanitarios, etc).
La rapidez de los conceptos viene determinada por la necesidad de hacer esta guía en un tiempo de 2 minutos, para facilitar su mayor difusión en distintos medios. En otra ocasión os dejaré algo más extenso y explicado con más detenimiento. Pero como idea general para tener una idea de que hacer, pienso que puede venir bastante bien.

Aunque si quieres, en los comentarios, puedes dejar tu opinión o tus necesidades para la siguiente.

Guía psicoeducativa para victimas e intervinientes de accidentes de tráfico masivos from Rafael Mudu on Vimeo.

 

           Ayer fui a ver una de las últimas películas de animación que podemos ver en lo que aún nos queda de verano. Se trata, como dice el título del artículo, de “Inside out”, en español “Al revés”. Creo que con este título quieren hacer referencia a la extraña sensación que te puede dejar esta película; si no la analizas un poco tras verla.inside out

         Sin embargo me gustaría comentar lo que sí me pareció muy interesante de esta película. En algunos instantes uno tiene la sensación de estar viendo una versión moderna de aquella serie que tanto nos enseñó sobre el cuerpo humano a algunas generaciones “Erase una vez la vida”. Que por supuesto pienso deberían reponer. Mucho mejor que Doraemon. ¡Donde va a parar!

        En fin, en esta sensación que digo antes, estamos cuando nos van describiendo algunas de las partes del cerebro y algo parecido a cómo funcionan, según los últimos estudios que tenemos. La película describe someramente funciones y lugares “funcionales” que según investigaciones y teoría recientes explican el funcionamiento de nuestro cerebro. Lo cual es bastante instructivo. Aunque no del todo preciso. Al fin y al cabo es una peli familiar. Pero puede darnos una idea de cómo funcionamos y sobre todo, algunas cosas que charlar, compartir y aprender en familia.

           Pero, sin duda alguna, lo que más me ha gustado sobre la película; por su aplicación en nuestra vida real, ha sido todo lo que nos enseñan sobre las emociones y lo que nos sugieren sobre la forma de gestionarlas.

          Dividen nuestras emociones en cinco principales con tres de ellas más momentáneas: ira, asco y miedo; y dos de ellas más permanentes y decisivas: alegría y tristeza. Las cinco parece, en la peli, que gestionan todo lo que vivimos y almacenamos en nuestros recuerdos. Ellas van tiñendo estos de uno u otro color según la emoción que lo gobierne. Al principio parece que hay una obsesión por que la alegría sea la gobernante principal, relegando a las demás, especialmente a la tristeza, a un segundo o quinto plano. Parece que para que vivamos solamente alegres. Esto parece que es lo ideal, en la película, pero claro, muy poco real. Por lo que las situaciones de la vida, en un momento, como en la película, pueden hacer que algunas de estas emociones, estén un “tiempo fuera” de nuestra mente, y su capacidad de influir en nuestra gestión de situaciones y recuerdos quede vetada.

            Poco a poco, en la peli, y en nuestra vida real; aprendemos, si nos empeñamos en ello, que todas las emociones son necesarias, que todas son igual de importantes, y que nos interesa que todas participen en nuestra gestión de situaciones y recuerdos. Las situaciones de la vida, son lo suficientemente complejas como para que pretendamos gestionarlas completamente desde sólo una emoción. Esto suele tener consecuencias poco eficaces. Así la película nos muestra como la forma más eficaz de vivir, es usando las distintas emociones, sin descartar ninguna, según las necesidades momentáneas de cada situación que vivimos. Y no quedándonos para todo el día sólo con una. Ya que esto para nada es eficaz.

        Todas son necesarias. ¿Para qué las tenemos, si no fuese así?. El truco está en pensar un segundo, cual es la más eficaz en cada momento y ponerla a trabajar, para luego darle descanso cuando la situación cambia. Que cambia, seguro. Vivimos en constante cambio. Por lo que las emociones, también tendrán que estar en constante cambio si queremos ser eficaces en nuestra vida. Esto facilitará nuestra autoeficacia, autoestima y aumentará la probabilidad de vivir cada día más momentos felices.

           Tranquilas y tranquilos, esta gestión es parte del aprendizaje que tendremos que hacer a lo largo de nuestra vida. No es de un día para otro. Pero con valientes películas como esta, podremos ir teniendo pistas de cómo hacerlo.

          Eso sí, os recomiendo que una vez vista, hagáis una especie de cine fórum familiar para comentar todo lo que cada uno ha sacado de las sugerencias de la película y lleguéis a ideas prácticas para gestión de emociones, como las que nos sugiere la peli y yo os he comentado hoy.